Una de las principales adversidades que se presentan en la natación para bebés es el miedo.
El miedo es un estado de sensibilidad ante una situación desconocida, los niños no están seguros de qué se trata, perciben en su cuerpo sensaciones adversas, generan anomalías fisiológicas que reflejan en su cuerpo, tensándolo, reduciendo su capacidad de respiración y apretándolo, lo que paraliza y restringe su acción (la persona se queda estática y no sabe qué hacer). Esto puede generar una fobia que ellos relacionan con el agua.
La ecofobia o miedo al agua, no es innata, los niños aprenden a temerle, cuando experimentan vivencias traumáticas o desagradables en ella, lo que les genera un temor angustioso que de no atenderse, puede perdurar para siempre.
La mayoría de los bebés antes de los 6 meses de edad no han tenido tiempo de desarrollar ecofobia, así que normalmente se adaptan a las clases de natación sin problemas, están acostumbrados a ser llevados por sus padres a diferentes lugares. Ir a la piscina con ellos no es muy diferente que ir al supermercado. Para los niños de esta edad, sus preocupaciones son con quién están y qué tan bien los están cuidando, no dónde están.
El papel de los padres es determinante para que el bebé se sienta atemorizado del agua, simplemente si el baño en la tina se hace en un momento tensionante, en donde la madre está apurada o temerosa de que le entre agua a los oídos, nariz o boca, el bebé desde ahí, puede estar originando un rechazo a esa sensación negativa, o instalamos el miedo cuando el niño escucha frases como “cuidado, no te acerques al agua porque te puedes ahogar”, “te vas a sumir debajo del agua”, etc.
José Antonio Fontanelli, nos habla de los miedos y rechazos del bebé al agua, como lo más indeseable y el más común de los obstáculos para el aprendizaje y plantea que se pueden originar desde la familia y no se restringe solamente agua. El niño, durante su primer año de vida desconoce el significado del peligro. Par el bebé, el miedo se da cuando se tiene la sensación de pérdida de las personas (principalmente la madre) o cosas que ama. Ese sentido de pérdida, crece con la edad y se instala como una forma de ansiedad en los padres, que genera la amenaza de pérdida del hijo en el agua, y los cuidados extremos se transmiten al niño de forma agua=peligro=muerte (ausencia).
Menciona en su libro “Natacao para bebés, entre o prazer e a técnica” que un estudio más profundo revela que esa ansiedad marca todo el desarrollo del niño en diferentes sectores: caminar, gatear, etc.
En un curso que dio en 1993 en la ciudad de Oaxaca, Fontanelli, expuso que el rechazo al agua puede también originarse desde el vientre materno o en el momento del parto: si el bebé es no deseado, los sentimientos de rechazo de la madre son transmitidos al bebé, quien posteriormente asociará el agua con esa sensación desagradable, o al momento del parto, es tan traumático que la persona siempre asociará la relación con el agua y su llegada al mundo.
El miedo, después de instalado, se torna real y el peligro inminente, esto puede generar pánico y descompensación emocional.
Es importantísimo respetar al niño que tiene miedo, no violentarlo para exhibir “métodos milagrosos”. Con todo amor y paciencia, debemos enseñar al niño a confiar en nosotros y a disfrutar del agua, arraigándola dentro de sí como un espacio lleno de amor, cariño y comprensión, para que en el futuro relacione el agua como un espacio lleno de amor y protección que le brinda seguridad y confianza.
Los bebés mayores tendrán más dificultades para ajustarse al medio acuático. Mientras el niño madura, se acostumbra a que le rodee cierto ambiente y se puede molestar si se le introduce a medios desconocidos. Cuando tienen 2 y 2 años y medio, ven los cambios y las nuevas experiencias como aterrorizantes.
Empezar a nadar después de los 2 años implica mucho tiempo para experimentar con el agua antes de decidir que es un lugar aceptable. Las primeras clases serán para adaptar al niño al agua.
Haga lo que haga, no le fuerce a nada, no lo invada, no espere que el niño haga lo que usted quiere. Por un tiempo, disminuya las expectativas al nivel emocional del bebé.
El miedo a esta edad es común, pero normalmente dura poco si se maneja con comprensión y apoyo. Las etapas de miedo son una parte normal de la niñez, pero el bebé saldrá ileso y más rápidamente de esos períodos si nunca se usa el miedo como un método de disciplina. Nunca asuste al niño manejando condicionantes emocionales como: “si no nadas abajo del agua, te voy a dejar solito”.
Acepte y respete su miedo, conózcalo y percíbalo a través de la tensión corporal. El “diálogo-tónico” que se da en el niño y usted puede ser una herramienta importantísima de comunicación que le permitirá “sentir” ese miedo y comunicarle con el tacto la relajación necesaria para soltar los músculos que se tensan con el miedo.
El miedo es válido, es cierto, está ahí y el reto es para el transmisor de la vivencia acuática, la recomendación “pero mira, no pasa nada, no hay por qué tener miedo” es totalmente inútil, incluso genera desconfianza hacia quienes le están diciendo. Hay que hacerles SENTIR SEGURIDAD.
Fuente: La Natación Para Bebés